jueves, 29 de septiembre de 2011

Ayer intenté trazar el límite con la realidad, encontrar un horizonte bajo el que refugiar un sueño sin aspirar a que fuese nada más. Ayer reseguí el metrónomo de sus parpadeos con los dedos, estigmatizando esa irresoluble capacidad de suspirar en momentos complicados.

Ayer olvidé recordar mi cuenta pendiente con los sueños frustrados, por no encontrar el momento idóneo en el que abrir los ojos. Y huí. Huí de cualquier impulso irrefrenable que me obligara a crecer; del tiempo i del espacio, dejándome llevar, simplemente, por los acordes que desdibujaba el aire i que conseguía entrelazar entre el acelerado resbalón de las agujas del reloj de la cocina.
Y ayer fue el último día en que decidí recordar todos y cada uno de los motivos que me llevaron alguna vez a entornar la puerta de las dudas; abrí el gas y las ahogué.