martes, 21 de julio de 2015

Supongo que hablamos de vacío, de no atreverse ni a llorar por miedo a que algo más se escape de ti, de la extraña sensación de perderte a menudo y encontrarte alguna vez sin tan sólo haberte movido. 

Esto va de no querer darle protagonismo a ninguna emoción, de crearte corazas que de sobras sabes inútiles, de balancearte entre el victimismo y la inseguridad y enfadarte con la debilidad que, poco a poco y muy de puntillas, se planta al otro lado del espejo para devolverte esas miradas de auto-compasión que tanto odias, que tanto criticas, que tanto asco te han dado siempre.

Y llegas al refugio de un teclado y viertes tus complejos, tus máscaras y tus 'yo? qué va' en un escaparate que sólo va a recordarte que un día tuviste el valor de hablarte claro, creyéndote valiente por ser capaz de contártelo, por no decepcionar a la ironía, por, creerte una vez más, que todo quedaba en tus manos... pero, ¿sabes qué? que cuando les das la vuelta y recorres cada uno de tus dedos mientras observas esas líneas de la palma que tanto se supone que deben describirte, no encuentras nada más que lo mismo que te llevó a este punto, el puto vacío.

Así que déjalo, anda, apaga la luz, cierra los ojos y devórate los solos de Robe en Spotify. Créeme, mañana será otro día.












No hay comentarios:

Publicar un comentario